El escritor belga Paul Kinnet |
Kinnet muy probablemente entró en contacto con Hergé en Le Soir, y en su biografía del dibujante, Pierre Assouline apunta que la idea para la novelita basada en los personajes de Hernández y Fernández se le ocurrió al propio Kinnet, que se la habría propuesto a Hergé en un café de la rue Royale en los siguientes términos: "Préstamelos [a los detectives] y en un par de días te entrego la primera parte de mi historia ya dividida en páginas, y todo lo que tienes que hacer es ilustrarlas". Hergé, que llevaba mucho tiempo sin ilustrar textos de otros autores, sin duda aceptó la propuesta con objeto de ganar tiempo, ya que por entonces no tenía aún claros todos los detalles de la siguiente aventura de Tintín y estas ilustraciones no le suponían demasiado trabajo. La novela nos presenta a Hernández y Fernández tomándose unas vacaciones en una granja después de regresar de la expedición de la búsqueda del tesoro de Rackham el Rojo, pero su descanso se ve interrumpido cuando una noche el dueño de la granja desaparece sin dejar rastro. Los dos detectives lograrán—de una manera muy forzada, eso sí—resolver el misterio, pero no sin antes verse inmersos en una serie de situaciones absurdas que ponen en evidencia su particular sentido de la lógica y de la deducción. En su estudio Hergé, fils de Tintin, el experto hergeano Benoît Peeters describe la historia como "mediocre", y no le falta razón, pues su calidad literaria es más que discutible y hoy en día sólo la recordamos por su relación con el universo de Tintín. De hecho, esta rareza nunca se ha publicado oficialmente en forma de libro, si bien puede encontrarse fácilmente en más de una página web (por ejemplo, aquí, donde se han escaneado las entregas originales tal y como salieron en Le Soir) y reviste interés para los tintinófilos sobre todo debido a las poco conocidas ilustraciones de Hergé que acompañan el texto y que sí valen mucho la pena.
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